miércoles, 18 de febrero de 2009

Amar en tiempos de crisis

Según Maslow, todos los seres humanos buscamos las mismas siete cosas. Él lo llamó , “la jerarquía de las necesidades humanas”.
Lo primero que buscamos es la Superviviencia, estar sanos… poder vivir tranquilos.
Lo segundo es la seguridad, sentirnos protegidos. Que nadie nos haga daño…
Lo tercero es el amor ... Según este sociólogo, nadie puede vivir sin tener amor o sin buscar el amor.
La cuarta es el respeto, que los demás valoren nuestras decisiones aunque nos equivoquemos
Le sigue la necesidad de entender, de conseguir explicar por qué la gente toma decisiones que nos duelen.
La penúltima necesidad es la estética o espiritual. Sentir que formamos parte de algo, sentirnos especiales.
Y la última, la autorrealización, buscar lo que somos, encontrar el por qué actuamos de una forma u otra.

En un tiempo en el que la crisis económica asola el mundo… no puedo evitar preguntarme ¿estamos también sumergidos en una crisis sentimental? ¿Por qué el ser humano no quiere amar?

Cada vez son más los programas televisivos a los que la gente acude para encontrar pareja. Cada vez son más los registrados en páginas como Meetic o Match … ¿Estamos inmersos en una espiral en la que no dejamos que nos quieran? ¿Estamos tan desesperados que no creemos que el amor de nuestra vida esté en la calle?

Lo cierto es que hemos empezado a sustituir el sexo por el amor. Hemos empezado a sustituir, y eso lo que más me preocupa, el amor por la independencia. La necesidad de sentirnos libres. Esta crisis, esta nueva forma de entender la vida, hace que mucha gente no quiera dejarse querer. Esta crisis sentimental, ¿se desvanecerá cuando se solucione la economía?
No sé por qué cuesta tanto ser feliz con otra persona … y lo peor de todo es que este tema no se solucionará con los ministros, ni siquiera con Obama … no saldrá a debate nacional. ¿Tenía razón Maslow o simplemente nos basta con tener salud y dinero?

Quien tiene un amigo ... ¿tiene una hamburguesa?


Dicen que la amistad es eterna, que quien tiene un amigo tiene un tesoro ...


Pero, ¿se puede comparar una rica hamburguesa con un amigo? Si tenemos que elegir, ¿qué haríamos?


En tiempos de crisis ... ¿preferimos comer a ser populares?


El rey de la hamburguesa, Burguer King, ha creado recientemente una aplicación en Facebook llamada Whopper Sacrifice, gracias a la cual puedes obtener una Whopper gratis a cambio de eliminar a 10 amigos. Y .... como pasamos por malos momentos económicos... ¡la gente ha borrado sin piedad a sus amigos!


Facebook no ha tardado en reaccionar. Una red social que se nutre gracias a los amigos que invitan a otros amigos, ha eliminado la aplicación porque vulnera los términos y leyes de uso sobre las que se cimienta.


Lo que me parece absurdo e incluso de una torpeza absoluta es que Facebook censure este tipo de acciones publicitarias que además no son intrusivas y aportan un valor añadido al usuario . De todas formas, y como suele pasar en estos casos, Facebook ha conseguido con su actitud retrógrada que la marca Burguer King sea aún más conocida. La noticia ya ha dado la vuelta al mundo y los internautas más rezagados se quejan porque no les ha dado tiempo a borrar a sus 10 "amigos".


Facebook ha intentado dominar el mundo y por esta vez, la batalla la ha ganado una hamburguesa.

Colón habla polaco


A media tarde, las calles de Palos de la Frontera, cuna del descubrimiento de América, parece Varsovia. Cientos de chicas polacas, rubias y espigadas como el trigo, llenan las aceras, hacen cola en los cajeros automáticos y compran en los supermercados. Es la hora de la siesta y los palermos dormitan en el interior de sus casas, mientras su pueblo es literalmente invadido por una muchedumbre de inmigrantes entre los que destacan las polacas.

El fresón de Huelva se estaba haciendo famoso en Europa. Miles de toneladas salían cada madrugada en camiones frigoríficos hacia los mercados de las ciudades del norte, aún ateridas por los fríos invernales. Ya en Enero, incluso para Nochebuena, las fresas pintan de rojo los túneles de plástico, y así hasta el verano. Una larga temporada que requiere mucha mano de obra para un producto que no tiene espera.

En la pasada temporada, quedaron sin recoger muchos kilos de fresa por falta de mano de obra. Los inmigrantes, que se saben al dedillo el calendario de la agricultura temprana, van de un lado a otro buscando las producciones más seguras y los salarios más altos. Francisco Jiménez, el presidente de la cooperativa fresera de Palos, afirma que los empresarios no quieren correr riesgos en esta temporada, así que decidieron contratar en origen a un contingente de trabajadores que les asegurara la recogida. Al final, siete mil chicas polacas se embarcaron en una flota de autobuses y recorrieron media Europa hasta llegar a los campos onubenses. En su contrato, todo está milimétricamente previsto: los viajes, los alojamientos, los seguros y el salario, entre 27 y 30 euros por día, que cobran quincenalmente.

Para muchos magrebíes, las polacas sólo les han traído el infortunio. Han ocupado muchos puestos de trabajo que antes eran suyos. Ni siquiera haber regularizado su situación en España les ha librado del paro forzoso. Ahora los hay que tienen papeles, pero vagan por las carreteras y por las plazas esperando el momento álgido de la cosecha para, al menos, no regresar a sus países con las manos vacías. Mientras tanto, viven en chabolas construidas con plásticos de desecho, comparten lo poco que tienen y hacen cola en la puerta de la Cruz Roja para recoger un paquete de alimentos.

Por la ventana abierta, se cuela el aire cálido de una tarde de mayo que ya huele a verano. También me llegan los ecos extraños, casi laberínticos, del cherjan. Los ecuatorianos, que tienen fama de honestos, dóciles y agradecidos, caminan en parejas, enlazando sus manos. La plaza es un hervidero de cabezas rubias, de cuerpos esculturales, de caras jóvenes en las que ha dejado su señal sonrosada el sol de Andalucía.
Atrás se queda Palos, capital de una Polonia andaluza, que hace su agosto rojo cada invierno y cada primavera. Entro en Moguer y compro pasteles en este pueblo donde nación el Nobel Juan Ramón Jiménez. De pronto la pastelería, que también es panadería, se llena de magrebíes, y la mirada de la pastelera se clava en ellos como un rejón. La tarde ya va de paso. A lo lejos se adivina la estatua de Colón, con la mirada fija hacia Occidente. Y el aire que los envuelve, tiznado y acre, sabe a azufre.
Un ejército de chimeneas es el telón de fondo de un mar de plástico en el que los desheredados de todos los mundos esperan el día siguiente.